Source: Francis C. Franklin via Wikimedia Commons /CC-BY-SA-3.0
Elegir un compañero
Hace tres décadas, y en muchas culturas, varios investigadores exploraron cómo las mujeres y los hombres difieren en sus preferencias por una pareja. Fuera de las parcialidades personales como "quiero una buena persona" o "quiero a alguien que me quiera", surgió la pregunta: ¿Existen diferencias sexuales en las cualidades que se desean en una pareja, ya sea para una pareja a corto o largo plazo? Un académico que investigó estas diferencias fue el psicólogo evolutivo David Buss, quien estableció a través de su investigación diferencias consistentes y significativas entre mujeres y hombres en lo que valoran en una pareja.
Estas diferencias de sexo en gran medida no fueron cuestionadas, excepto en lo que respecta a cómo surgieron las variaciones. La opinión de Buss era que los sexos divergen en cómo maximizar la transmisión de sus genes a las generaciones futuras. Por ejemplo, "las inversiones en reproducción para los hombres son mínimas y solo requieren relaciones sexuales, mientras que los tiempos de inversión para las mujeres son drásticamente más largos (gestación y lactancia). Por lo tanto, los hombres son capaces de transmitir más de sus genes que las mujeres mediante la adopción de una estrategia de apareamiento a corto plazo". Es decir, más que las mujeres, los hombres muestran interés en interacciones sexuales múltiples, breves y casuales con consortes jóvenes y atractivas (indicadores de fertilidad).
Las mujeres, por otro lado, se preocupan menos por la infidelidad sexual y valoran el compromiso emocional para mejorar la seguridad en la crianza de los hijos durante su compromiso prolongado con los jóvenes. Las mujeres se benefician "al seleccionar a sus parejas con más cuidado en función de la probabilidad de que ayuden durante la gestación e inviertan recursos en los niños después de que nazcan". Por lo tanto, prefieren parejas mayores y de mayor estatus que puedan tener más ambición, laboriosidad y recursos.
Sin negar este posible impulso biológico original, los sociólogos y culturistas se centran en cómo las sociedades refuerzan estas diferencias sexuales básicas, comenzando en los primeros momentos de la vida de un niño y extendiéndose a través de la infancia temprana, la niñez y la edad adulta. Las niñas aprenden a ser niñas y los niños aprenden a ser niños dentro de su contexto cultural. No obstante, el hombre nuevo y más amable y la mujer empoderada son desarrollos recientes. ¿Ha alterado esto las diferencias aparentemente intratables basadas en la evolución entre mujeres y hombres?
Investigaciones recientes
Para una perspectiva contemporánea, los psicólogos Bogdan Kostic y John Scofield de la Universidad Estatal de Missouri y la Universidad de Missouri recopilaron cuestionarios en línea de más de 3,000 participantes que residen en los Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido de diversas sexualidades y edades (edad media = 26 años).
En gran parte de acuerdo con investigaciones anteriores, encontraron las siguientes diferencias significativas entre mujeres y hombres en las preferencias de pareja:
- Las mujeres enfatizaron más que los hombres las perspectivas financieras de una pareja.
- Las mujeres valoraban más que los hombres la ambición y la laboriosidad en una pareja.
- Los hombres más que las mujeres daban importancia al atractivo físico y la juventud de una pareja.
- Los hombres más que las mujeres estaban interesados en relaciones breves y no comprometidas (de una hora a dos años).
- Los sexos no difirieron en su interés en las relaciones a largo plazo (cinco años o más).
- Las mujeres estaban más angustiadas por la infidelidad emocional que los hombres; los hombres estaban más angustiados por la infidelidad sexual.
Lesbianas y gays
Los investigadores ampliaron su investigación de una manera única al evaluar cómo se desarrollan estas diferencias de sexo entre aquellos que no parecerían seguir un modelo evolutivo: lesbianas y hombres hom*osexuales. Su investigación reveló que los hallazgos heterosexuales se replicaron para gays y lesbianas, en gran parte porque también comparten con los heterosexuales de su sexo la mayoría de sus genes y entornos preadultos. Sin embargo, hubo varias excepciones notables. Los hombres hom*osexuales estaban más interesados en el apareamiento a largo plazo que los hombres heterosexuales y estaban menos preocupados por la juventud de su pareja. Las lesbianas y las mujeres heterosexuales eran similares en todos los ámbitos. Los bisexuales de ambos sexos, sin embargo, fueron ignorados en gran medida. ¿Son similares a los heterosexuales y los hom*osexuales, o están a medio camino entre ellos? Todavía no lo sabemos.
Conclusiones
1. Hay más similitudes que diferencias en lo que los hombres y las mujeres quieren en una pareja potencial.
2. En general, las diferencias entre los sexos son mayores que las diferencias entre las orientaciones sexuales.
3. Tal vez se necesiten más que pequeños avances en la forma en que los sexos se construyen biológicamente y se crían socialmente para alterar estas diferencias sexuales.
